EL PAIS QUE QUEREMOS

EL PAIS QUE QUEREMOS
David Acurio Páez .
Julio 26 de 2010.

Instrucciones para cambiar el mundo
Constrúyase un cielo más bien cóncavo
Píntele de verde o café,
colores terrestres y hermosos
Salpíquese de nubes a discreción.
Cuelgue con cuidado una luna en occidente,
digamos a tres cuartas sobre el horizonte respectivo.
Sobre oriente inicie, lentamente,
el ascenso de un sol brillante y poderoso.
Reúna hombres y mujeres, hábleles despacio y con cariño,
ellos empezarán a andar por sí solos.
Contemple con amor la sierra.
Descanse el séptimo día.

Subcomandante Marcos
Selva Lacandona 1989

La utopía de ese mundo dibujado por Marcos, puede ser un buen primer referente para pintar el País que queremos. Más aún si los largos años de neoliberalismo nos dejaron como legado una América Latina con las más altas desigualdades sociales del globo, unos países y unas sociedades fragmentadas sobre las cuales se garantizó la existencia de una ciudadanía de “castas, de apellido y de chequera” que no incorporaba ni reconocía a las mayorías, ni a sus luchas, ni a sus héroes.


El neoliberalismo produjo cuatro fracturas profundas en la sociedad ecuatoriana, 1) La disgregación social, que debilitó paulatinamente el tejido social, rompió la organización barrial, campesina, sindical y ciudadana, consolidando apenas la sobrevivencia individual por encima de la opción de los colectivos. 2) La privatización de servicios, que consolidó las desigualdades sociales y perennizó la pobreza 3) La expropiación de la participación, hasta limitarla al solo hecho de la votación ante una urna cada cuatro años, y 4) el empequeñecimiento del Estado a nombre de la reguladora acción de “la mano oculta” del mercado.


Construir el País que queremos exige en lo político superar el neoliberalismo y la enorme maquinaria que instaló en estos años, supone enfrentar esas cuatro fracturas, reconstruir el tejido social para que la política democrática vuelva al centro de la sociedad, un tejido que supone articulación, que supone suma de fuerzas, eso es lo que se llama hegemonía. Hegemonía que es capacidad de liderar a otros sectores, de recoger sus demandas y de sumarlas a las suyas, hegemonía que es capaz de seducir y convencer, liderazgo moral, intelectual, articulación de alianzas para unir al pueblo en torno a un proyecto que en el caso del Ecuador apenas está iniciando.

El País que queremos, ese país del Buen Vivir que supone la búsqueda permanente de la felicidad, la consolidación de relaciones de armonía con la naturaleza, con las otras personas y los otros pueblos y una reivindicación de nuestro origen y de nuestra memoria, de las luchas de héroes anónimos, no contados por la historia oficial. Exige contar con un Estado integral – que en la concepción de Gramsci- es aquel en el que hay una correspondencia entre la sociedad civil entre los ciudadanos, los territorios, los trabajadores, las clases sociales y su representación política estatal.

Estado integral es aquel aparato gubernamental que une y sintetiza a todos los sectores sociales, a las clases, a los grupos regionales, a las colectividades. Estado integral, que representa el interés público. El Estado integral es todo lo contrario al “Estado aparente” que tuvimos durante casi 200 años. Este es un Estado que representa a un país soberano en sus decisiones, en sus políticas y en sus relaciones.

El país que queremos; soberano, profundamente democrático, justo, donde hay igualdad de oportunidades, está en construcción, los importantes cambios en la cobertura de servicios sociales, la generación de un nuevo marco legal, son apenas el principio de un proceso de construcción de lo que algunos han dado en llamar “El socialismo del Buen vivir” cuyo primer paso es salir del neoliberalismo deforme y rentista en el que hemos vivido.

Pese a que apenas se han dado los primeros pasos en los cambios, la resistencia de aquellos sectores que vivieron a costa del “Estado aparente” ha sido enorme y cada vez creciente y probablemente llegue a niveles aún no sospechados, la derecha no va a dejar caer su ideario de libertad como mercado y por ello la unidad política en este momento es fundamental, sería irresponsable de parte de las izquierdas de este país si se privilegian las diferencias, pues es necesario mantener la hegemonía del proyecto.

Profundizar la revolución ciudadana, exige una transformación efectiva de la estructura de propiedad y el régimen de acumulación, esa transformación pasa por la transformación económica – productiva, por el fortalecimiento de la economía social y solidaria, impulsando; donde el tema agrario se convierte en un pilar, complementado por el desarrollo de sistemas de comercialización a escala para los barrios y los pobladores urbanos.

La apuesta por eliminar lo que Agustín Cueva llamaría “una democracia restringida” y apostar por procesos participativos reales, exige; por una parte construir la institucionalidad adecuada para la revolución, una institucionalidad que reconozca que es falsa la contradicción entre la democracia y la eficiencia en la gestión que elimine la corrupción de forma efectiva y por otra parte construya procesos de radicalización de la democracia desde la sociedad, desde la organización política que debe ser capaz de convertirse en instrumento efectivo de ese proceso de democratización política

El país que queremos no está a la vuelta de la esquina, sin embargo está con nosotros hay que darse el tiempo para construir un proyecto - país donde quepa todo el pueblo, donde se reúnan hombres y mujeres para hablarse despacio y con cariño y para andar colectivamente por sí solos desde una vocación de mayoría.

Porque en palabras de Benedetti, “aquí abajo abajo/ cerca de las raíces/ es donde la memoria ningún recuerdo omite/ y hay quienes se desmueren/ y hay quienes se desviven/ y así entre todos logran/ lo que era un imposible…….

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